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El aplauso del público se prolongó durante mucho tiempo. De pie en el podio, sosteniendo el certificado, estaba muy emocionado. Mirando a todos, sonreí, y mi sonrisa era tan brillante.
Una vez me subestimé y sentí que no podía hacer nada bien. Poco a poco perdí la confianza y me volví tímido. Por casualidad leí esta frase en un libro: Hay un sol en el corazón de todos. Sólo cuando intentamos y nos esforzamos por vencernos a nosotros mismos, el sol puede volverse radiante. No lo entendí después de leerlo, pero entendí que el primer paso hacia el éxito es tener el coraje de intentarlo.
A partir de ahora, estableceré esta frase como mi lema y me lo recordaré todo el tiempo. En verano, el aula estaba tan cargada como un horno. Las cigarras seguían gritando en los grandes árboles. Gotas de sudor cubrían mi cara y formaban una corriente que hacía que la gente se sintiera molesta. No me dejé vencer por el clima. Mantuve los ojos fijos en el libro y me dispuse a superar los problemas que no podían resolverse uno tras otro. Sin saberlo, la luna había salido hacia el cielo azul oscuro, y la brillante luz de la luna brillaba sobre el baniano fuera de la ventana. Sonreí inocentemente.
En una clase abierta, el profesor hizo una pregunta muy difícil. El salón de repente quedó en silencio, todos los estudiantes pensaban en silencio, pero yo, que siempre fui tímido, levanté la mano sin dudarlo. Los ojos de todos estaban fijos en mí, pero yo no estaba nada nervioso y respondí la pregunta en voz alta. Me senté con confianza y hubo aplausos. Mis compañeros y profesores me miraron con sorpresa y asombro, pero solo yo conocía el secreto.